Como en las madrugadas, los párpados que pesan,
esquivando el mañana, huyendo de la cama.
Derrotado frente al sueño y el horario de una vida
puesta en venta o al menos subastada.

Vértigo diario, frente al ritmo incontrolado,
coronado por el miedo a lo inesperado,
improvisando frases
que te ayuden a saltar al otro lado.

Sísifo de barrio, como una cami vieja
recogiendo el sudor de esquinas mal dobladas,
cuanto más te alejas, menos avanzas,
más días gastas, todo te cuesta.


Una espada de Damocles o una pluma envenenada,
veinticuatro horas que son dos multiplicadas
Callar y vivir un día un día más...
Hablar y vivir en tu mirada...

Nada tengo que decir que no puedas ver tú mismo,
asómate al abismo e intenta sonreir.
Gastando suelas, pintando con ruedas,
abro Internet y lo conduzco sin problemas.
Encuentro información como monto en bicicleta,
y me armo de razones para haceros la guerra.

Como en las madrugadas...

Como un golpe de viento, llega siempre un momento
donde el miedo ya no cuenta y lo que cuenta es el silencio,
la ausencia de palabras que resista
la obsolescencia programada de esta mierda que llamamos vida
por no herirnos, que decimos que hemos elegido
mientras juegan desde arriba con el ciclo de abuelos, padres e hijos.

Como en las madrugadas, la angustia de estar encerrados
entre sábanas de seda y besos con horario.
Como en las madrugadas, comprando tiempo con mi ira
apretando los nudillos para cuando llegue el día.

El horizonte se desnuda con su firma naranja,
acoge mi miedo y enjuga mis lágrimas.

Como en las madrugadas...